Azul
Hola queridos lectores, hoy les traigo otra reseña: ¡Azul de Rubén Dario!
Autor: Rubén Dario
Año de publicación: 1886
Editora: Obras Selectas
¡Princesa del divino imperio azul, quién besara tus labios
luminosos!
¡Yo soy el enamorado extático que, soñando mi sueño de
amor, estoy de rodillas, con los ojos fijos en tu inefable claridad,
estrella mia que estas tan lejos!. ¡Oh, cómo ardo de celos, cómo
tiembla mi alma, cuando pienso que tú, cándida hija de la Au-
rora, puedes fijar tus miradas en el hermoso Príncipe Sol que
viene de Oriente, gallardo y bello en su carro de oro, celeste
flechero triunfador, de coraza adamantina, que trae a la espal-
da el carcaj brillante lleno de de flechas de fuego!. Pero no, tú me
has sonreido bajo tu palio y tu sonrisa era dulce como la es-
peranza.¡Cuántas veces mi espíritu quiso volar hacia a ti y quedó
desalentado!¡Esta tan lejos tu alcázar!. He cantado en mis so-
netos y en mis madrigales tu místico florecimiento, tus cabellos
de luz, tu alba vestitura. Te he visto como una pálida Bea-
triz del firmamento, lírica y armoniosa en tu sublime resplador.
¡Princesa del divino imperio azul, quién besara tus labios lu-
minosos!.
Recuerdo aquella negra noche, ¡oh genio desaliento!, en
que visitaste mi cuarto de trabajo para darme tortura, para de-
jarme casi desolado el pobre jardín de mi ilusión, donde me se-
gaste tantos frescos ideales en flor. Tu voz me sonó a hierro y
te escuche temblando, por que tu palabra era cortante y fría
y caía como un hacha. Me hablaste del camino de la Gloria,
donde hay que andar descalzo entre cambroneras y abrojos; y
desnudo bajo una eterna granizada; y a oscuras, cerca de hon-
dos abismos, llenos de sombras como la muerte. Me hablaste del
vergel de Amor, donde es casi imposible cortar una rosa sin morir,
porque es rara la flor en que no anide un áspid. Y me dijiste
de la terrible y muda esfinge de bronce que está a la entrada de
la tumba. Y yo estaba espantado, porque la gloria me había
atraído, con su hermosa palma en la mano, y el Amor me lle-
naba de su embriaguez, y la vida era para mí encantadora
y alegre, como la ven las flores y los pájaros. Y ya presa de mi
desesperanza, esclavo tuyo, oscuro genio desaliento, huí de mi
triste lugar de labor -donde entre una corte de bardos an-
tiguos y poetas modernos resplandecía el dios Hugo, en la
edición de Hetsel - y busqué el aire libre bajo el cielo de
la noche. ¡Entonces fue, adorable y blanca princesa, cuando
tuviste compasión de aquel pobre poeta, y le miraste con tu mi-
rada inefable, y le sonreíste y de tu sonrisa emergía el divino
verso de la esperanza. ¡Estrella mía, que estas tan lejos, quién
besará tus labios lumniosos!
Quería contarte un poema sideral que tú pudieras oír, que-
ría ser tu amante ruiseñor, y darte mi apasionado ritornelo, mi
etérea y rubia soñadora. Y desde la Tierra donde camina-
mos sobre el limo,enviarte mi ofrenda de armonia a tu religión
en que deslumbra la apoteosis y reina sin cesar el prodigio.
Tu diadema asombra a los astros y tu luz hace cantar a los
poetas, perla del oceano infinito, flor de lis del oriflam in-
menso del gran Dios.
Te he visto una noche aparecer en el horizonte sobre el mar,
y el gigantesco viejo, ebrio de sal, te saludó con las salvas de sus
olas resonantes y roncas. Tú caminabas con un manto tenue y
dorado; tus reflejos alegraban las vastas aguas palpitantes.
Otra vez en una selva oscura, donde poblaban el aire los
grillos monótonos, con las notas chillonas de sus nocturnos y
rudos violines. A través de un ramaje te contemplé en tu delei-
table serenidad, y ví sobre árboles negros trémulos hilos de
luz, como si hubiesen caído de la altura hebras de tu cabellera.
¡Princesa del divino imperio azul, quién besará tus labios lu-
minosos!
Te canta y vuela a ti la alondra matinal en el alba de la
primavera, en que el viento lleva vibraciones de liras eólicas, y
ecos de los tímpanos de plata que suenan los silfos. Desde tu
región derramas las perlas armómicas y cristalinas de su bu-
che, que caen y se juntan a la universal y grandiosa sinfonía
que llena la despierta Tierra.¡Y en esa hora pienso en tí, porque es la hora de supremas
citas en el profundo cielo y de ocultos y ardosos oarystis en
los tibios parajes del bosque donde florece el cítiso que alegra
la égloga!¡Estrella mía, que estás tan lejos, quién besará tus la-
bios luminosos!.
Ficha del libro
Título del libro: AzulAutor: Rubén Dario
Año de publicación: 1886
Editora: Obras Selectas
Autor
Rubén Darío, cuyo verdadero nombre era Félix Rubén García Sarmiento, nació el 18 de Enero de 1867 en Metapa, Nicaragua. Hijo de Manuel García Darío y Rosa Sarmiento Darío.
Fue periodista y diplomático.
Estudió con los Jesuitas en 1878 y escribió en 1879 sus primeros poemas. Poesías y artículos en prosa fue un trabajo que realizó en 1881 y nunca llegó a publicar. Suspende sus estudios y luego se emplea en la Biblioteca Nacional de Managua en 1885.
En 1886 llegó a Valparaíso, tenía diecinueve años, allí realizó colaboraciones periodísticas en diarios de Valparaíso y Santiago. En 1888 aparecen sus Rimas y Azul. En Febrero del año siguiente parte a Centroamérica pocos días después de haber enviado su primera colaboración al diario La Nación de Buenos Aires.
En los años siguientes desempeña diversos cargos diplomáticos y publica en Madrid Cantos de vida y esperanza (1905) y El canto errante (1907). México, La Habana, París, Barcelona, son las escalas del viaje final de Darío. En Nueva York cae enfermo y se retira a una hacienda de Nicaragua.
A las 10 de la noche del 6 de febrero de 1916 murió Darío a los 49 años de edad en León, la ciudad de su infancia. Frente a su distinguido cadáver de poeta desfilaron durante cinco días miles de personas.
Reseña
Azul, se compone de varios cuentos y poemas escritos por Rubén Darío, más adelante, les contaré de que tratan los cuentos y que figuras literarias utilizó en cada poema, después les daré mi opinión de cada cuento y los comentarios de los poemas y les diré, cual es mi favorito, así que, ¡lean hasta el final!
Primer cuento: El rey burgués
Reseña: Cuenta la historia de un rey que vestía elegante y vivía bien, le gustaba, cazar, la música, leer el libro de M.Ohmet y corregir la gramática y la ortografía. Un día llega un poeta a su castillo y estaba hambriento, entonces le pidió al rey algo de comer y el rey le dijo que si quería comer tenía que girar una caja de música y el joven, decidió obedecerle, los días pasaron y él se moría de frio y de hambre. Al final el rey lo encontró muerto después de haber festejado un festín.
Opinión: Este cuento puede parecer alegre, pero en mi opinión no lo es, porque puede ser que el rey este viviendo su vida pero él debió cumplir con su palabra y no dejar al poeta muerto de frío. Que este cuento les sirva de lección y cumplan con sus palabras a las personas y no las dejen esperando hasta morir.
Segundo cuento: El sátiro sordo
Reseña: Cuenta la historia de un sátiro sordo que tocaba con la lira y le tocaba a los animales que les gustaba el sonido que se escuchaba. Un día decidió huir al bosque a tocar su lira y al ver que los demás dioses se burlaban de él porque no oía, él se sintió muy mal, pero tuvo un final feliz.
Opinión: Interesante que el autor decidiera utilizar la mitología griega como recurso para sus cuentos.
Tercer cuento: La Ninfa
Reseña: Este cuento relata la conversación entre Lesbia, la Ninfa y un grupo de personas en la cuál se muestra su presunción y les cuenta de la existencia de personas como ella. Además de que se muestra admiración del parte del poeta a la belleza de la Ninfa
Opinión: Le faltaba diálogo a los otros personajes, además de que la conversación era muy monótona y difícil de interpretar lo que se quiere decir.
Cuarto cuento: El Velo de la Reina Mab
Reseña:Este cuento narra la historia de la reina Mab que concedía talentos a toda la población y en ellos se encontraban cuatro hombres, que tenían diferentes talentos: el primero: escultor, el segundo: pintar, el tercero: la música y el último: el cielo. Ellos se quejaban de sus talentos y se sentían muy desanimados, hasta que la reina Mab decidió darles un manto rosa y vendarlos y los cuatro hombres cambiaron de ánimo.
Opinión: Hermoso cuento, me quede sin palabras.
Quinto cuento: La canción del oro
Reseña: Este cuento expone la historia de un méndigo que cantó la canción del oro, delante de una muchedumbre de gente y se sentía feliz cantando pero también tuvo que complacer a la gente a su alrededor a medida que terminaba la historia.
Opinión: Representa muy bien la realidad y la desigualdad de las clases sociales.
Sexto cuento: Rubí
Reseña: Narra la historia de un gnomo que le cuenta a otro, una trágica historia de como él encontró el rubí. Esta historia trataba de una mujer que se encontraba presa y le mandaba amor a su pareja desde la carcel y en cuanto murió, el enano, decidió coger el rubí y romperlo.
Opinión: Parecía como una telenovela, solo le faltó diálogo a la mujer y la pareja, para que se viera como una tragicomedia, aunque la historia estaba interesante.
Séptimo cuento: El palacio del sol
Reseña: Es la historia de una niña llamada Berta que vivía feliz, hasta que cuando cumplió quince años, se desanimó debido a que estaba enferma de anemia, entonces un hada decidió llevársela al palacio del sol, donde habían otras niñas como ella y al final le volvió la felicidad después del viaje.
Opinión: Es un cuento de hadas, parece como el libro de Peter Pan.
Octavo cuento: En Chile, en busca de cuadros
Reseña: Narra la historia de un hombre poeta llamado Ricardo que mira diferentes cuadros para huir de sus problemas y desgracias entre ellos un acuarela, la cabeza, otro acuarela, un retrato de Watteau, Naturaleza Muerta, Paisaje y el Ideal. Cada cuadro posee descripciones distintas y te da una intrepretación del poeta con mucho detalle.
Opinión: Es una historia bastante entretenida, además de que me dio intriga el final porque no supe de manera precisa que paso al final con el protagonista.
Último cuento: La muerte de la emperatriz china
Reseña: Relata la historia de la emperatriz china, Suzette, que decidió casarse con Recaredo, un hombre americano y se mudaron a San Francisco. Un día, la emperatriz despierta con una carta para su marido, él la leyó y ella duda de su querer pero al final, ella se rinde "muerta" a los brazos de su amado.
Opinión: Es una historia que es fácil caer en la trampa, aquí se utiliza la "muerte" como una metáfora, no de que realmente la muerte pasara, más bien es un cuento irónico, buena esa, Rubén Darío, cualquier lector cae en esa trampa
Primer poema: A una Estrella
¡Princesa del divino imperio azul, quién besara tus labios
luminosos!
¡Yo soy el enamorado extático que, soñando mi sueño de
amor, estoy de rodillas, con los ojos fijos en tu inefable claridad,
estrella mia que estas tan lejos!. ¡Oh, cómo ardo de celos, cómo
tiembla mi alma, cuando pienso que tú, cándida hija de la Au-
rora, puedes fijar tus miradas en el hermoso Príncipe Sol que
viene de Oriente, gallardo y bello en su carro de oro, celeste
flechero triunfador, de coraza adamantina, que trae a la espal-
da el carcaj brillante lleno de de flechas de fuego!. Pero no, tú me
has sonreido bajo tu palio y tu sonrisa era dulce como la es-
peranza.¡Cuántas veces mi espíritu quiso volar hacia a ti y quedó
desalentado!¡Esta tan lejos tu alcázar!. He cantado en mis so-
netos y en mis madrigales tu místico florecimiento, tus cabellos
de luz, tu alba vestitura. Te he visto como una pálida Bea-
triz del firmamento, lírica y armoniosa en tu sublime resplador.
¡Princesa del divino imperio azul, quién besara tus labios lu-
minosos!.
Recuerdo aquella negra noche, ¡oh genio desaliento!, en
que visitaste mi cuarto de trabajo para darme tortura, para de-
jarme casi desolado el pobre jardín de mi ilusión, donde me se-
gaste tantos frescos ideales en flor. Tu voz me sonó a hierro y
te escuche temblando, por que tu palabra era cortante y fría
y caía como un hacha. Me hablaste del camino de la Gloria,
donde hay que andar descalzo entre cambroneras y abrojos; y
desnudo bajo una eterna granizada; y a oscuras, cerca de hon-
dos abismos, llenos de sombras como la muerte. Me hablaste del
vergel de Amor, donde es casi imposible cortar una rosa sin morir,
porque es rara la flor en que no anide un áspid. Y me dijiste
de la terrible y muda esfinge de bronce que está a la entrada de
la tumba. Y yo estaba espantado, porque la gloria me había
atraído, con su hermosa palma en la mano, y el Amor me lle-
naba de su embriaguez, y la vida era para mí encantadora
y alegre, como la ven las flores y los pájaros. Y ya presa de mi
desesperanza, esclavo tuyo, oscuro genio desaliento, huí de mi
triste lugar de labor -donde entre una corte de bardos an-
tiguos y poetas modernos resplandecía el dios Hugo, en la
edición de Hetsel - y busqué el aire libre bajo el cielo de
la noche. ¡Entonces fue, adorable y blanca princesa, cuando
tuviste compasión de aquel pobre poeta, y le miraste con tu mi-
rada inefable, y le sonreíste y de tu sonrisa emergía el divino
verso de la esperanza. ¡Estrella mía, que estas tan lejos, quién
besará tus labios lumniosos!
Quería contarte un poema sideral que tú pudieras oír, que-
ría ser tu amante ruiseñor, y darte mi apasionado ritornelo, mi
etérea y rubia soñadora. Y desde la Tierra donde camina-
mos sobre el limo,enviarte mi ofrenda de armonia a tu religión
en que deslumbra la apoteosis y reina sin cesar el prodigio.
Tu diadema asombra a los astros y tu luz hace cantar a los
poetas, perla del oceano infinito, flor de lis del oriflam in-
menso del gran Dios.
Te he visto una noche aparecer en el horizonte sobre el mar,
y el gigantesco viejo, ebrio de sal, te saludó con las salvas de sus
olas resonantes y roncas. Tú caminabas con un manto tenue y
dorado; tus reflejos alegraban las vastas aguas palpitantes.
Otra vez en una selva oscura, donde poblaban el aire los
grillos monótonos, con las notas chillonas de sus nocturnos y
rudos violines. A través de un ramaje te contemplé en tu delei-
table serenidad, y ví sobre árboles negros trémulos hilos de
luz, como si hubiesen caído de la altura hebras de tu cabellera.
¡Princesa del divino imperio azul, quién besará tus labios lu-
minosos!
Te canta y vuela a ti la alondra matinal en el alba de la
primavera, en que el viento lleva vibraciones de liras eólicas, y
ecos de los tímpanos de plata que suenan los silfos. Desde tu
región derramas las perlas armómicas y cristalinas de su bu-
che, que caen y se juntan a la universal y grandiosa sinfonía
que llena la despierta Tierra.¡Y en esa hora pienso en tí, porque es la hora de supremas
citas en el profundo cielo y de ocultos y ardosos oarystis en
los tibios parajes del bosque donde florece el cítiso que alegra
la égloga!¡Estrella mía, que estás tan lejos, quién besará tus la-
bios luminosos!.
En este poema se encuentran en su mayoría: metáforas, simil, personificación, anáfora , hipérbole
Metáfora: amarillo
Símil: Verde
Personificación: naranja
Hipérbole: morado
Anáfora: turquesa
Comentario: Este poema, es muy romántico y tan profundo como el alma de este poeta, me pregunto si a la mujer que se le dedicó el poema tuvo la misma relación que yo, es tan bonito que me sonrojé...
Segundo lírico: El año lírico (Primaveral)
Mes de rosas. Van mis rimas
en ronda, a la vasta selva,
a recoger miel y aromas
en las flores entreabiertas.
Amada, ven. El gran bosque
es nuestro templo; allí ondea
y flota un santo perfume
de amor. El pájaro vuela
de un árbol a otro y saluda
la frente rosada y bella
como a un alba; y las encinas
robustas, altas, soberbias,
cuando tú pasas agitan
de los himnos de esa lengua;
sus hojas verdes y trémulas,
y enarcan sus ramas como
para que pase una reina.
¡Oh amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.
Mira: en tus ojos, los míos;
da al viento la cabellera,
y que bañe el sol ese aro
de luz salvaje y espléndida.
Dame que aprieten mis manos
las tuyas de rosa y seda,
y ríe, y muestren tus labios
su púrpura húmeda y fresca.
Yo voy a decirte rimas,
tú vas a escuchar risueña;
si acaso algún ruiseñor
viniese a posarse cerca
y a contar alguna historia
de ninfas, rosas o estrellas,
tú no oirás notas ni trinos,
sino enamorada y regia,
escucharás mis canciones
fija en mis labios que tiemblan.
¡Oh amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.
Allá hay una clara fuente
que brota de una caverna,
donde se bañan desnudas
las blancas ninfas que juegan.
Ríen al son de la espuma,
hienden la linfa serena;
entre polvo cristalino
esponjan sus cabelleras,
y saben himnos de amores
en hermosa lengua griega,
que en glorioso tiempo antiguo
Pan inventó en las florestas.
Amada, pondré en mis rimas
la palabra más soberbia
de las frases de los versos
de los himnos de la lengua;
y te diré esa palabra
empapada en miel hiblea...
¡Oh, amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.
Van en sus grupos vibrantes
revolando las abejas
como un áureo torbellino
que la blanca luz alegra,
y sobre el agua sonora
pasan radiantes, ligeras,
con sus alas cristalinas
las irisadas libélulas.
Oye: canta la cigarra
porque ama al sol, que en la selva
su polvo de oro tamiza
entre las hojas espesas.
Su aliento nos da en un soplo
fecundo la madre tierra,
con el alma de los cálices
y el aroma de las yerbas.
¿Ves aquel nido? Hay un ave.
Son dos: el macho y la hembra.
Ella tiene el buche blanco,
él tiene las plumas negras.
En la garganta el gorjeo,
las alas blancas y trémulas;
y los picos que se chocan
como labios que se besan.
El nido es cántico. El ave
incuba el trino, ¡oh poetas!
de la lira universal
el ave pulsa una cuerda.
Bendito el calor sagrado
que hizo reventar las yemas,
¡oh, amada mía, Es el dulce
tiempo de la primavera.
Mi dulce musa Delicia
me trajo un ánfora griega
cincelada en alabastro,
de vino de Naxos llena;
y una hermosa copa de oro,
la base henchida de perlas,
para que bebiese el vino
que es propicio a los poetas.
En la ánfora está Diana,
real, orgullosa y esbelta,
con su desnudez divina
y en actitud cinegética.
Y en la copa luminosa
está Venus Citerea
tendida cerca de Adonis
que sus caricias desdeña.
No quiere el vino de Naxos
ni el ánfora de ansas bellas,
ni la copa donde Cipria
al gallardo Adonis ruega.
Quiero beber del amor
sólo en tu boca bermeja.
¡Oh amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera
en ronda, a la vasta selva,
a recoger miel y aromas
en las flores entreabiertas.
Amada, ven. El gran bosque
es nuestro templo; allí ondea
y flota un santo perfume
de amor. El pájaro vuela
de un árbol a otro y saluda
la frente rosada y bella
como a un alba; y las encinas
robustas, altas, soberbias,
cuando tú pasas agitan
de los himnos de esa lengua;
sus hojas verdes y trémulas,
y enarcan sus ramas como
para que pase una reina.
¡Oh amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.
Mira: en tus ojos, los míos;
da al viento la cabellera,
y que bañe el sol ese aro
de luz salvaje y espléndida.
Dame que aprieten mis manos
las tuyas de rosa y seda,
y ríe, y muestren tus labios
su púrpura húmeda y fresca.
Yo voy a decirte rimas,
tú vas a escuchar risueña;
si acaso algún ruiseñor
viniese a posarse cerca
y a contar alguna historia
de ninfas, rosas o estrellas,
tú no oirás notas ni trinos,
sino enamorada y regia,
escucharás mis canciones
fija en mis labios que tiemblan.
¡Oh amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.
Allá hay una clara fuente
que brota de una caverna,
donde se bañan desnudas
las blancas ninfas que juegan.
Ríen al son de la espuma,
hienden la linfa serena;
entre polvo cristalino
esponjan sus cabelleras,
y saben himnos de amores
en hermosa lengua griega,
que en glorioso tiempo antiguo
Pan inventó en las florestas.
Amada, pondré en mis rimas
la palabra más soberbia
de las frases de los versos
de los himnos de la lengua;
y te diré esa palabra
empapada en miel hiblea...
¡Oh, amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.
Van en sus grupos vibrantes
revolando las abejas
como un áureo torbellino
que la blanca luz alegra,
y sobre el agua sonora
pasan radiantes, ligeras,
con sus alas cristalinas
las irisadas libélulas.
Oye: canta la cigarra
porque ama al sol, que en la selva
su polvo de oro tamiza
entre las hojas espesas.
Su aliento nos da en un soplo
fecundo la madre tierra,
con el alma de los cálices
y el aroma de las yerbas.
¿Ves aquel nido? Hay un ave.
Son dos: el macho y la hembra.
Ella tiene el buche blanco,
él tiene las plumas negras.
En la garganta el gorjeo,
las alas blancas y trémulas;
y los picos que se chocan
como labios que se besan.
El nido es cántico. El ave
incuba el trino, ¡oh poetas!
de la lira universal
el ave pulsa una cuerda.
Bendito el calor sagrado
que hizo reventar las yemas,
¡oh, amada mía, Es el dulce
tiempo de la primavera.
Mi dulce musa Delicia
me trajo un ánfora griega
cincelada en alabastro,
de vino de Naxos llena;
y una hermosa copa de oro,
la base henchida de perlas,
para que bebiese el vino
que es propicio a los poetas.
En la ánfora está Diana,
real, orgullosa y esbelta,
con su desnudez divina
y en actitud cinegética.
Y en la copa luminosa
está Venus Citerea
tendida cerca de Adonis
que sus caricias desdeña.
No quiere el vino de Naxos
ni el ánfora de ansas bellas,
ni la copa donde Cipria
al gallardo Adonis ruega.
Quiero beber del amor
sólo en tu boca bermeja.
¡Oh amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera
Figuras literarias predominantes: Metáfora, Simil, Personificación y hipérbole
Comentario: Morí de emoción con ese poema, me sumergía como la enamorada del poeta y me ilusioné tanto que mi corazón no podía más, esto es una obra maestra.
La tigre de Bengala
con su lustrosa piel manchada a trechos,
está alegre y gentil, está de gala.
Salta de los repechos
de un ribazo, al tupido
carrizal de un bambú; luego a la roca
que se yergue a la entrada de su gruta.
Allí lanza un rugido,
se agita como loca
y eriza de placer su piel hirsuta.
La fiera virgen ama.
Es el mes del ardor. Parece el suelo
rescoldo; y en el cielo
el sol inmensa llama.
Por el ramaje oscuro
salta huyendo el kanguro.
El boa se infla, duerme, se calienta
a la tórrida lumbre;
el pájaro se sienta
a reposar sobre la verde cumbre.
Siéntense vahos de horno:
y la selva indiana
en alas del bochorno,
lanza, bajo el sereno
cielo, un soplo de sí. La tigre ufana
respira a pulmón lleno,
y al verse hermosa, altiva, soberana,
le late el corazón, se le hincha el seno.
Contempla su gran zarpa, en ella la uña
de marfil; luego toca,
el filo de una roca,
y prueba y lo rasguña.
Mírase luego el flanco
que azota con el rabo puntiagudo
de color negro y blanco,
y móvil y felpudo;
luego el vientre. En seguida
abre las anchas fauces, altanera
como reina que exige vasallaje;
después husmea, busca, va. La fiera
exhala algo a manera
de un suspiro salvaje.
Un rugido callado
escuchó. Con presteza
volvió la vista de uno a otro lado.
Y chispeó su ojo verde y dilatado
cuando miró de un tigre la cabeza
surgir sobre la cima de un collado.
El tigre se acercaba.
Era muy bello.
Gigantesca la talla, el pelo fino,
apretado el ijar, robusto el cuello,
era un don Juan felino
en el bosque. Anda a trancos
callados; ve a la tigre inquieta, sola,
y le muestra los blancos
dientes; y luego arbola
con donaire la cola.
Al caminar se vía
su cuerpo ondear, con garbo y bizarría.
Se miraban los músculos hinchados
debajo de la piel. Y se diría
ser aquella alimaña
un rudo gladiador de la montaña.
Los pelos erizados
del labio relamía. Cuando andaba,
con su peso chafaba
la yerba verde y muelle,
y el ruido de su aliento semejaba
el resollar de un fuelle.
Él es, él es el rey. Cetro de oro
no, sino la ancha garra,
que se hinca recia en el testuz del toro
y las carnes desgarra.
La negra águila enorme, de pupilas
de fuego y corvo pico relumbrante,
tiene a Aquilón: las hondas y tranquilas
aguas, el gran caimán; el elefante,
la cañada y la estepa;
la víbora, los juncos por do trepa;
y su caliente nido,
del árbol suspendido,
el ave dulce y tierna
que ama la primer luz.
Él la caverna.
No envidia al león la crin, ni al potro rudo
el casco, ni al membrudo
hipopótamo el lomo corpulento,
quien bajo los ramajes de copudo
baobab, ruge al viento.
Así va el orgulloso, llega, halaga;
corresponde la tigre que le espera,
y con caricias las caricias paga,
en su salvaje ardor, la carnicera.
Después, el misterioso
tacto, las impulsivas
fuerzas que arrastran con poder pasmoso;
y, ¡oh gran Pan! el idilio monstruoso
bajo las vastas selvas primitivas.
No el de las musas de las blandas horas
suaves, expresivas,
en las rientes auroras
y las azules noches pensativas;
sino el que todo enciende, anima, exalta,
polen, savia, calor, nervio, corteza,
y en torrentes de vida brota y salta
del seno de la gran Naturaleza.
II
El príncipe de Gales va de caza
por bosques y por cerros,
con su gran servidumbre y con sus perros
de la más fina raza.
Acallando el tropel de los vasallos,
deteniendo traíllas y caballos,
con la mirada inquieta,
contempla a los dos tigres, de la gruta
a la entrada. Requiere la escopeta,
y avanza, y no se inmuta.
Las fieras se acarician. No han oído
tropel de cazadores.
A esos terribles seres,
embriagados de amores,
con cadenas de flores
se les hubiera uncido
a la nevada concha de Citeres
o al carro de Cupido.
El príncipe atrevido,
adelanta, se acerca, ya se para;
ya apunta y cierra un ojo; ya dispara;
ya del arma el estruendo
por el espeso bosque ha resonado.
El tigre sale huyendo,
y la hembra queda, el vientre desgarrado.
¡Oh, va a morir!... Pero antes, débil, yerta,
chorreando sangre por la herida abierta,
con ojo dolorido
miró a aquel cazador, lanzó un gemido
como un ¡ay! de mujer... y cayó muerta.
III
Aquel macho que huyó, bravo y zahareño
a los rayos ardientes
del sol, en su cubil después dormía.
Entonces tuvo un sueño:
que enterraba las garras y los dientes
en vientres sonrosados
y pechos de mujer; y que engullía
por postres delicados
de comidas y cenas,
como tigre goloso entre golosos,
unas cuantas docenas
de niños tiernos, rubios y sabrosos.
Figuras literarias predominantes: metáfora y personificación
Comentario: Es muy apasionado el poema además de que el autor utiliza el tigre de bengala como haciendo metáfora a la pasión lo cual me dio inspiración para seguir utilizando animales como metáforas en los poemas que escribiré en el futuro.
Autumnal
En las pálidas tardes
yerran nubes tranquilas
en el azul; en las ardientes manos
se posan las cabezas pensativas.
¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños!
¡Ah las tristezas íntimas!
¡Ah el polvo de oro que en el aire flota,
tras cuyas ondas trémulas se miran
los ojos tiernos y húmedos,
las bocas inundadas de sonrisas,
las crespas cabelleras
y los dedos de rosa que acarician!
En las pálidas tardes
me cuenta un hada amiga
las historias secretas
llenas de poesía;
lo que cantan los pájaros,
lo que llevan las brisas,
lo que vaga en las nieblas,
lo que sueñan las niñas.
Una vez sentí el ansia
de una sed infinita.
Dije al hada amorosa:
?Quiero en el alma mía
tener la aspiración honda, profunda,
inmensa: luz, calor, aroma, vida.
Ella me dijo: ?¡Ven!? con el acento
con que hablaría un arpa. En él había
un divino aroma de esperanza.
¡Oh sed del ideal!
Sobre la cima
de un monte, a medianoche,
me mostró las estrellas encendidas.
Era un jardín de oro
con pétalos de llama que titilan.
Exclamé: ?Más...
La aurora
vino después. La aurora sonreía,
con la luz en la frente,
como la joven tímida
que abre la reja, y la sorprenden luego
ciertas curiosas, mágicas pupilas.
Y dije: ?Más...? Sonriendo
la celeste hada amiga
prorrumpió: ?¡Y bien! ¡Las flores!
Y las flores
estaban frescas, lindas,
empapadas de olor: la rosa virgen,
la blanca margarita,
la azucena gentil y las volúbiles
que cuelgan de la rama estremecida.
Y dije: ?Más...
El viento
arrastraba rumores, ecos, risas,
murmullos misteriosos, aleteos,
músicas nunca oídas.
El hada entonces me llevó hasta el velo
que nos cubre las ansias infinitas,
la inspiración profunda
y el alma de las liras.
Y los rasgó. Allí todo era aurora.
En el fondo se vía
un bello rostro de mujer.
¡Oh; nunca,
Piérides, diréis las sacras dichas
que en el alma sintiera!
Con su vaga sonrisa:
?¿Más?... ?dijo el hada.
Y yo tenía entonces
clavadas las pupilas
en el azul; y en mis ardientes manos
se posó mi cabeza pensativa...
Figuras literarias predominantes: Personificación, Metáfora, paralelismo
Comentario: Este poema representa al otoño a la perfección, me parece un poema muy bonito.
Invernal
Noche. Este viento vagabundo lleva
las alas entumidas
y heladas. El gran Andes
yergue al inmenso azul su blanca cima.
La nieve cae en copos,
sus rosas transparentes cristaliza;
en la ciudad, los delicados hombros
y gargantas se abrigan;
ruedan y van los coches,
suenan alegres pianos, el gas brilla;
y si no hay un fogón que le caliente,
el que es pobre tirita.
Yo estoy con mis radiantes ilusiones
y mis nostalgias íntimas,
junto a la chimenea
bien harta de tizones que crepitan.
Y me pongo a pensar: ¡Oh! ¡Si estuviese
ella, la de mis ansias infinitas,
la de mis sueños locos
y mis azules noches pensativas!
¿Cómo? Mirad:
De la apacible estancia
en la extensión tranquila
vertería la lámpara reflejos
de luces opalinas.
Dentro, el amor que abrasa;
fuera, la noche fría;
el golpe de la lluvia en los cristales,
y el vendedor que grita
su monótona y triste melopea
a las glaciales brisas.
Dentro, la ronda de mis mil delirios,
las canciones de notas cristalinas,
unas manos que toquen mis cabellos,
un aliento que roce mis mejillas,
un perfume de amor, mil conmociones,
mil ardientes caricias;
ella y yo: los dos juntos, los dos solos;
la amada y el amado, ¡oh Poesía!
los besos de sus labios,
la música triunfante de mis rimas,
y en la negra y cercana chimenea
el tuero brillador que estalla en chispas.
¡Oh! ¡Bien haya el brasero
lleno de pedrería!
Topacios y carbunclos,
rubíes y amatistas
en la ancha copa etrusca
repleta de ceniza.
Los lechos abrigados,
las almohadas mullidas,
las pieles de Astrakán, los besos cálidos
que dan las bocas húmedas y tibias.
¡Oh, viejo Invierno, salve!
puesto que traes con las nieves frígidas
el amor embriagante
y el vino del placer en tu mochila.
Sí, estaría a mi lado,
dándome sus sonrisas,
ella, la que hace falta a mis estrofas,
esa que mi cerebro se imagina;
la que, si estoy en sueños,
se acerca y me visita;
ella que, hermosa, tiene
una carne ideal, grandes pupilas,
algo del mármol, blanca luz de estrella;
nerviosa, sensitiva,
muestra el cuello gentil y delicado
de las Hebes antiguas;
bellos gestos de diosa,
tersos brazos de ninfa,
lustrosa cabellera
en la nuca encrespada y recogida
y ojeras que denuncian
ansias profundas y pasiones vivas.
¡Ah, por verla encarnada,
por gozar sus caricias,
por sentir en mis labios
los besos de su amor, diera la vida!
Entre tanto hace frío.
Yo contemplo las llamas que se agitan,
cantando alegres con sus lenguas de oro,
móviles, caprichosas e intranquilas,
en la negra y cercana chimenea
do el tuero brillador estalla en chispas.
Luego pienso en el coro
de las alegres liras.
En la copa labrada, el vino negro,
la copa hirviente en cuyos bordes brillan
con iris temblorosos y cambiantes
como un collar de prismas;
el vino negro que la sangre enciende,
y pone el corazón con alegría,
y hace escribir a los poetas locos
sonetos áureos y flamantes silvas.
El Invierno es beodo.
Cuando soplan sus brisas,
brotan las viejas cubas
la sangre de las viñas.
Sí, yo pintara su cabeza cana
con corona de pámpanos guarnida.
El Invierno es galeoto,
porque en las noches frías
Paolo besa a Francesca
en la boca encendida,
mientras su sangre como fuego corre
y el corazón ardiendo le palpita.
?¡Oh crudo Invierno, salve!
puesto que traes con las nieves frígidas
el amor embriagante
y el vino del placer en tu mochila.
Ardor adolescente,
miradas y caricias;
cómo estaría trémula en mis brazos
la dulce amada mía,
dándome con sus ojos luz sagrada,
con su aroma de flor, savia divina.
En la alcoba la lámpara
derramando sus luces opalinas;
oyéndose tan sólo
suspiros, ecos, risas;
el ruido de los besos; y la música triunfante de mis rimas,
y en la negra y cercana chimenea
el tuero brillador que estalla en chispas.
Dentro, el amor que abrasa;
fuera, la noche fría.
Figuras predominantes: Simil, Personificación y Metáfora
Comentario: Este poema describe de manera muy romántica lo que es el invierno, me imagino que es una de las razones por las cuales las personas se casan en esta época
Pensamientos de otoño
Huye el año a su término
Como arroyo que pasa,
Llevando del poniente
Luz fugitiva y pálida.
Y así como el del pájaro
Que triste tiende el ala,
El vuelo del recuerdo
Que al espacio se lanza
Languidece en lo inmenso
Del azul por do vaga.
Huye el año a su término
Como arroyo que pasa.
Un algo de alma aún yerra
Por los cálices muertos
De las tardes volúbiles
Y los rosales trémulos.
Y, de luces lejanas
Al hondo firmamento,
En alas del perfume
Aún se remonta un sueño.
Un algo de alma aún yerra
Por los cálices muertos.
Canción de despedida
Fingen las fuentes túrbidas.
Si te place, amor mío,
Volvamos a la ruta
Que allá en la primavera
Ambos, las manos juntas,
Seguimos, embriagados
De amor y de ternura,
Por los gratos senderos
Do sus ramas columpian
Olientes avenidas
Que las flores perfuman.
Canción de despedida
Fingen las fuentes turbias.
Un cántico de amores
Brota mi pecho ardiente
Que eterno abril fecundo
De juventud florece.
¡Qué mueran, en buen hora,
Los bellos días! Llegue
Otra vez el invierno;
Renazca áspero y fuerte.
Del viento entre el quejido,
Cual mágico himno alegre,
Un cántico de amores
Brota mi pecho ardiente.
Un cántico de amores
A tu sacra beldad,
¡Mujer, eterno estío,
Primavera inmortal!
Hermana del ígneo astro
Que por la inmensidad
En toda estación vierte
Fecundo, sin cesar,
De su luz esplendente
El dorado raudal.
Un cántico de amores
A tu sacra beldad,
¡Mujer, eterno estío
Primavera inmortal!
Figuras predominantes: Símil, Personificación, Hipérbole
Comentario: No tengo palabras, es lo más bello que he leído
Anagke |
Y dijo la paloma:
—Yo soy feliz. Bajo el inmenso cielo,
en el árbol en flor, junto a la poma
llena de miel, junto al retoño suave
y húmedo por las gotas de rocío,
tengo mi hogar. Y vuelo
con mis anhelos de ave,
del amado árbol mío
hasta el bosque lejano,
cuando, al himno jocundo
del despertar de Oriente,
sale el alba desnuda, y muestra al mundo
el pudor de la luz sobre su frente.
Mi ala es blanca y sedosa;
la luz la dora y baña,
y céfiro la peina;
son mis pies como pétalos de rosa.
Yo soy la dulce reina
que arrulla a su palomo en la montaña.
En el fondo del bosque pintoresco
está el alerce en que formé mi nido;
y tengo allí, bajo el follaje fresco,
un polluelo sin par, recién nacido.
Soy la promesa alada,
el juramento vivo;
soy quien lleva el recuerdo de la amada
para el enamorado pensativo;
yo soy la mensajera
de los tristes y ardientes soñadores,
que va a revolotear diciendo amores
junto a una perfumada cabellera.
Soy el lirio del viento.
Bajo el azul del hondo firmamento
muestro de mi tesoro bello y rico
las preseas y galas:
el arrullo en el pico,
la caricia en las alas.
Yo despierto a los pájaros parleros
y entonan sus melódicos cantares;
me poso en los floridos limoneros
y derramo una lluvia de azahares.
Yo soy toda inocente, toda pura.
Yo me esponjo en las alas del deseo,
y me estremezco en la íntima ternura
de un roce, de un rumor, de un aleteo.
¡Oh inmenso azul! Yo te amo. Porque a Flora
das la lluvia y el sol siempre encendido:
porque siendo el palacio de la aurora,
también eres el techo de mi nido.
¡Oh, inmenso azul! Yo adoro
tus celajes risueños,
y esa niebla sutil de polvo de oro
donde van los perfumes y los sueños.
Amo los velos, tenues, vagorosos,
de las flotantes brumas,
donde tiendo a los aires cariñosos
el sedeño abanico de mis plumas.
¡Soy feliz! Porque es mía la floresta,
donde el misterio de los nidos se halla;
porque el alba es mi fiesta
y el amor mi ejercicio y mi batalla.
¡Feliz, porque de dulces ansias llena
calentar mis polluelos es mi orgullo;
porque en las selvas vírgenes resuena
la música celeste de mi arrullo;
porque no hay una rosa que no me ame,
ni un pájaro gentil que no me escuche,
ni garrido cantor que no me llame.
—¿Si?—dijo entonces un gavilán infame,
y con furor se la metió en el buche.
—Yo soy feliz. Bajo el inmenso cielo,
en el árbol en flor, junto a la poma
llena de miel, junto al retoño suave
y húmedo por las gotas de rocío,
tengo mi hogar. Y vuelo
con mis anhelos de ave,
del amado árbol mío
hasta el bosque lejano,
cuando, al himno jocundo
del despertar de Oriente,
sale el alba desnuda, y muestra al mundo
el pudor de la luz sobre su frente.
Mi ala es blanca y sedosa;
la luz la dora y baña,
y céfiro la peina;
son mis pies como pétalos de rosa.
Yo soy la dulce reina
que arrulla a su palomo en la montaña.
En el fondo del bosque pintoresco
está el alerce en que formé mi nido;
y tengo allí, bajo el follaje fresco,
un polluelo sin par, recién nacido.
Soy la promesa alada,
el juramento vivo;
soy quien lleva el recuerdo de la amada
para el enamorado pensativo;
yo soy la mensajera
de los tristes y ardientes soñadores,
que va a revolotear diciendo amores
junto a una perfumada cabellera.
Soy el lirio del viento.
Bajo el azul del hondo firmamento
muestro de mi tesoro bello y rico
las preseas y galas:
el arrullo en el pico,
la caricia en las alas.
Yo despierto a los pájaros parleros
y entonan sus melódicos cantares;
me poso en los floridos limoneros
y derramo una lluvia de azahares.
Yo soy toda inocente, toda pura.
Yo me esponjo en las alas del deseo,
y me estremezco en la íntima ternura
de un roce, de un rumor, de un aleteo.
¡Oh inmenso azul! Yo te amo. Porque a Flora
das la lluvia y el sol siempre encendido:
porque siendo el palacio de la aurora,
también eres el techo de mi nido.
¡Oh, inmenso azul! Yo adoro
tus celajes risueños,
y esa niebla sutil de polvo de oro
donde van los perfumes y los sueños.
Amo los velos, tenues, vagorosos,
de las flotantes brumas,
donde tiendo a los aires cariñosos
el sedeño abanico de mis plumas.
¡Soy feliz! Porque es mía la floresta,
donde el misterio de los nidos se halla;
porque el alba es mi fiesta
y el amor mi ejercicio y mi batalla.
¡Feliz, porque de dulces ansias llena
calentar mis polluelos es mi orgullo;
porque en las selvas vírgenes resuena
la música celeste de mi arrullo;
porque no hay una rosa que no me ame,
ni un pájaro gentil que no me escuche,
ni garrido cantor que no me llame.
—¿Si?—dijo entonces un gavilán infame,
y con furor se la metió en el buche.
*
Entonces el buen Dios, allá en su trono
(mientras Satán, para distraer su encono
aplaudía aquel pájaro zahareño),
se puso a meditar. Arrugó el ceño,
y pensó, al recordar sus vastos planes,
y recorrer sus puntos y sus comas,
que cuando creó palomas
no debía haber creado gavilanes.
(mientras Satán, para distraer su encono
aplaudía aquel pájaro zahareño),
se puso a meditar. Arrugó el ceño,
y pensó, al recordar sus vastos planes,
y recorrer sus puntos y sus comas,
que cuando creó palomas
no debía haber creado gavilanes.
Figuras predominantes: Antítesis, Anáfora, Personificación, Metáfora, Símil
Comentario: ¡Qué maravilloso! Cada vez me sorprende más
A un poeta
Nada más triste que un titán que llora,
Hombre-montaña encadenado a un lirio,
Que gime fuerte, que pujante implora:
Víctima propia en su fatal martirio.
Hércules loco que a los pies de Onfalia
La clava deja y el luchar rehusa,
Héroe que calza femenil sandalia,
Vate que olvida a la vibrante musa.
¡Quién desquijara los robustos leones,
Hilando esclavo con la débil rueca;
Sin labor, sin empuje, sin acciones;
Puños de fierro y áspera muñeca!
No es tal poeta para hollar alfombras
Por donde triunfan femeniles danzas:
Que vibre rayos para herir las sombras,
Que escriba versos que parezcan lanzas.
Relampagueando la soberbia estrofa,
Su surco deje de esplendente lumbre,
Y el pantano de escándalo y de mofa
Que no lo vea el águila en su cumbre.
Bravo soldado con su casco de oro
Lance el dardo que quema y que desgarra,
Que embiste rudo como embiste el toro,
Que clave firme, como el león, la garra.
Cante valiente y al cantar trabaje;
Que ofrezca robles si se juzga monte;
Que su idea, en el mal rompa y desgaje
Como en la selva virgen el bisonte.
Que lo que diga la inspirada boca
Suene en el pueblo con palabra extraña;
Ruido de oleaje al azotar la roca,
Voz de caverna y soplo de montaña.
Deje Sansón de Dalila el regazo:
Dalila engaña y corta los cabellos.
No pierda el fuerte el rayo de su brazo
Por ser esclavo de unos ojos bellos.
Figuras predominantes: Metáfora, Símil, Personificación
Comentario: Me parece muy curioso el hecho que incluyeran a Sansón y a Dalia personajes de la Biblia
Sonetos
CAPOLICÁN
- Es algo formidable que vio la vieja raza:
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.
Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.
Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.
"¡El Toqui, el Toqui!", clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La Aurora dijo: "Basta",
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.F
- Este poema relata la figura del héroe Caupolicán, valiente y fuerte
- Figuras predomindantes: Repetición, Personificación, Descripción
II
Venus
En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.
En busca de quietud bajé al fresco y callado jardín.
En el obscuro cielo Venus bella temblando lucía,
como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.
A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
que esperaba a su amante bajo el techo de su camarín,
o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,
triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.
«¡Oh, reina rubia! ?díjele?, mi alma quiere dejar su crisálida
y volar hacia ti, y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,
y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar».
El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.
Figuras literarias predominantes: Anáfora, Símil, Metáfora, Paralelismo / Comentario: Sentimental y trágico ¡Pobre Venus!
Tercer Soneto: De invierno
En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.
El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.
Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño
como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.
Figuras literarias predominantes: Metáfora, Símil
Comentario: Precioso poema
Medallones
I
Leconte de Lisle
De las eternas musas el reino soberano
recorres, bajo un soplo de vasta inspiración,
como un rajah soberbio que en su elefante indiano
por sus dominios pasa de rudo viento al son.
Tú tienes en su canto como ecos de Océano;
se ve en tu poesía la selva y el león;
salvaje luz irradia la lira que en tu mano
derrama su sonora, robusta vibración.
Tú del faquir conoces secretos y avatares;
a tu alma dio el Oriente misterios seculares,
visiones legendarias y espíritu oriental.
Tu verso está nutrido con savia de la tierra;
fulgor de Ramayanas tu viva estrofa encierra,
y cantas en la lengua del bosque colosal.
recorres, bajo un soplo de vasta inspiración,
como un rajah soberbio que en su elefante indiano
por sus dominios pasa de rudo viento al son.
Tú tienes en su canto como ecos de Océano;
se ve en tu poesía la selva y el león;
salvaje luz irradia la lira que en tu mano
derrama su sonora, robusta vibración.
Tú del faquir conoces secretos y avatares;
a tu alma dio el Oriente misterios seculares,
visiones legendarias y espíritu oriental.
Tu verso está nutrido con savia de la tierra;
fulgor de Ramayanas tu viva estrofa encierra,
y cantas en la lengua del bosque colosal.
Figuras predominantes: Símil,Metáfora
Comentario:Este poema es demasiado bonito
II
Catule Mendes
Puede ajustarse al pecho coraza férrea y dura;
puede regir la lanza, la rienda del corcel;
sus músculos de atleta soportan la armadura
pero él busca en las bocas rosadas, leche y miel.
Artista, hijo de Capua, que adora la hermosura,
la carne femenina prefiere su pincel;
y en el recinto oculto de tibia alcoba oscura,
agrega mirto y rosas a su triunfal laurel.
Canta de los oarystis el delicioso instante,
los besos y el delirio de la mujer amante;
y en sus palabras tiene perfume, alma, color.
Su ave es la venusina, la tímida paloma.
Vencido hubiera en Grecia, vencido hubiera en Roma,
en todos los combates del arte o del amor.
puede regir la lanza, la rienda del corcel;
sus músculos de atleta soportan la armadura
pero él busca en las bocas rosadas, leche y miel.
Artista, hijo de Capua, que adora la hermosura,
la carne femenina prefiere su pincel;
y en el recinto oculto de tibia alcoba oscura,
agrega mirto y rosas a su triunfal laurel.
Canta de los oarystis el delicioso instante,
los besos y el delirio de la mujer amante;
y en sus palabras tiene perfume, alma, color.
Su ave es la venusina, la tímida paloma.
Vencido hubiera en Grecia, vencido hubiera en Roma,
en todos los combates del arte o del amor.
Figuras predominantes:Metáfora, Simil
Comentario: Oh mi dios, que es esto que veo aquí...
III
Walt Whitman
En su país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo,
algo que impera y vence con noble encanto.
Su alma del infino parece espejo;
en sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble, añejo,
como un profeta nuevo canta su canto.
Sacerdote, que alienta soplo divino,
anuncia en el futuro, tiempo mejor.
Dice al águila: «¡Vuela! » «¡Boga! » al marino,
y «¡Trabaja!» al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino
con su soberbio rostro de emperador!
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo,
algo que impera y vence con noble encanto.
Su alma del infino parece espejo;
en sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble, añejo,
como un profeta nuevo canta su canto.
Sacerdote, que alienta soplo divino,
anuncia en el futuro, tiempo mejor.
Dice al águila: «¡Vuela! » «¡Boga! » al marino,
y «¡Trabaja!» al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino
con su soberbio rostro de emperador!
Figuras literarias:Metáfora
Comentario: Guau, es muy lindo el medallón
IV
J.J Palma
Ya de un corintio templo cincela una metopa,
ya de un morisco alcázar el capitel sutil,
ya, como Benvenuto, del oro de una copa
forma un joyel artístico, prodigio del buril.
Pinta las dulces Gracias, o la desnuda Europa,
en el pulido borde de un vaso de marfil,
o a Diana, diosa virgen de desceñida ropa,
con aire cinegético, o en grupo pastoril.
La musa que al poeta sus cánticos inspira
no lleva la vibrante trompeta de metal,
ni es la bacante loca que canta y que delira,
en el amor fogosa, y en el placer triunfal;
ella al cantor ofrece la septicorde lira,
o, rítmica y sonora, la flauta de cristal.
Figuras literarias: Metáforas, Anáfora, Parallelismo
Comentario: ¡Qué romántico!
V
Salvador Díaz Mirón
Tu cuarteto es cuadriga de águilas bravas
que aman las tempestades, los Oceanos;
las pesadas tizonas, las férreas clavas,
son las armas forjadas para tus manos.
Tu idea tiene cráteres y vierte lavas;
del Arte, recorriendo montes y llanos,
van tus rudas estrofas, jamás esclavas,
como un tropel de búfalos americanos.
Lo que suena en tu lira lejos resuena,
como cuando habla el bóreas, o cuando truena.
¡Hijo del Nuevo Mundo! la humanidad
oiga, sobre la frente de las naciones,
la hímnica pompa lírica de tus canciones
que saludan triunfantes la Libertad.
Figuras literarias:Metáfora, Símil
Comentario: Es un buen poema para dedicar a un soldado, me imagino que a él le gustó el poema desde el cielo.
Opinión
Este libro puede ser muy divertido para las personas que les gusta la poesía. Pienso que Rubén Dario es un genio de la poesía porque sus poesías representa la transformación del Modernismo y además admiro su originalidad
Algunos cuentos no me complacieron del todo , pero en general, el libro me llamó mucho la atención.
Valoración: 9/10
Cuento favorito: El Palacio del Sol y Poema favorito: El año lírico
Palabras desconocidas
No hay palabras desconocidas
Referencias
https://albalearning.com/audiolibros/dario/biografia.html
¡Nos leemos luego!
Sofía Books
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